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LA HISTORIA

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La banda

Corría Septiembre de 1995, cuando a través de un anuncio de periódico me dispuse a hacer una audición como cantante para una banda de rock. No recuerdo con exactitud si el apelativo del subgénero era gótico (más probable) o épico (menos obvio).

Creo que lo vi a los pocos días de volver de EEUU donde fui a trabajar unos meses y me traje algo de equipo para empezar a producir — sin saber aún que lo que estaba a punto de empezar a hacer era precisamente eso, y no meramente componer, cantar y grabar.

Para mi sorpresa, se trataba de una banda que yo ya conocía y que además tenía cierta popularidad en la escena madrileña por aquel entonces: La Nada. Qué nombre tan filosófico, tan existencialista, pensé. Esa nada de lo que tanto escribieron Sartre, Heidegger y Cioran. En mi mente fantástica, parecía que todos los astros se alineaban por primera vez. Aunque el impasse resultaría ser efímero, de aquellos primeros ensayos surgió La Luz de la Esperanza. Me atrevería a decir que incluso se fraguó en el primero porque la electricidad entre José y yo era más que obvia. Me parece que Angustiosa Prisión la tenían ellos ya más o menos terminada, pero de esa canción hablaré más adelante.

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La Nada en ese momento se acababa de quedar coja, sin bajista. Alberto Bravo (Averno) había decidido abandonar el barco para emprender rumbo en un proyecto personal (Onyria), cuya grabación de la maqueta estaría tan solo unos meses más adelante también a mi carga. Esto hizo que inicialmente yo me hiciera cargo de ambos roles — cantante y bajista — además de empezar a aportar ideas para temas nuevos.

No supe muy bien que ocurrió en un momento determinado. O no lo comprendí, como me suele ocurrir cuando se trata del ser humano, porque debo andar muy corto de lo que ahora llaman teoría de la mente. Me puedo remitir a los hechos, eso sí. Como decía, yo disponía ya de algo de equipo para grabar demos relativamente elaboradas (para aquel entonces…). Y algo más importante, sabía manejarlo bien. Así que grabé una demo de Libertad y se la mostré a José. Incluía un pequeño factor sorpresa como parte del aderezo creativo de producción que era la voz de Mariola Lledó, para darle un toque a lo Julianne Reagan (All About Eve) o Lorraine McIntosh (Deacon Blue). 

 

No tenía la más mínima intención de tener una corista en la banda. Era solamente lo que en producción llamamos ear-candy. En el fondo lo que quería era mostrarle a Jose las posibilidades.

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Afortunadamente, a Jose se le abrieron los ojos y entendió por dónde iban los tiros. Los míos, al menos. Le sugerí que grabáramos una demo de La Luz de la Esperanza. Después compuse y grabé Latidos. Y finalmente rearmonicé las estrofas de Angustiosa Prisión y las grabamos. Estos cuatro temas conformarían una demo que en ese momento ya no sabíamos realmente de qué banda era. Lo que sí sabíamos José y yo era que nos convencía mucho y que nos parecía que tenía potencial. Decidimos llamar a los otros miembros de La Nada, para que vinieran al estudio a escuchar y opinar.

No tengo claro si la demo ejerció de reactivo o de catalizador, pero me decanto más por lo último dado que la masa de la misma no menguó en ningún momento sino más bien todo lo contrario. Ahora bien, la reacción fue más bien disgregadora… Aquí es donde me pierdo en los pormenores antropológicos. No me quedó claro si no les gustó la demo en términos generales, si no les gustaron las canciones nuevas (las mías, básicamente), si no les gustó la producción (más sofisticada que el material anterior de la banda), si no les gustó el detalle de la voz femenina, si les molestó no haber participado (tampoco tenían mucha disponibilidad que se dijera, todo hay que decirlo), o si usaron la ocasión como pretexto para disolver la banda y dedicarse a otros menesteres. En aquella misma reunión, destilándose un algo de una nada, surgió una esperanza… Era Diciembre de 1995.

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Y como sucede en estas telenovelas de la farándula, ningún otro que el mismísimo Alberto Bravo terminó siendo parte de la nueva formación tocando el bajo en los directos. Parecía que el círculo volvía a cerrarse. Pero nos faltaba un buen batería.

 

Yo tenía muy claro que de aquellos con los que yo había tocado solo uno podía estar a la altura desde un punto de vista técnico: Oscar Varela, sobrino del legendario batería Pepe Sánchez (Julio Iglesias, Barry White, Barbara Streisand, Paloma San Basilio, Raphael, Manolo Santana, etc.). Y no nos defraudó.

 

Más adelante, el entramado de personal se amplió y finalmente sí que para los directos contamos con otra voz femenina, Cristina Muneta (Ancient Tales, Ecodalia). No solo para aquellos coros de Libertad, sino también para Angustiosa Prisión, Náufrago del Tiempo, y los arabescos de Esencia. Con estos mimbres trabajamos a lo largo de todo el año 1996.

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